Nos enfrentamos hoy en día, a importantes retos en el cuidado integral de nuestro medio ambiente, entre otros, los relacionados a la creciente escasez en cantidad y calidad de los recursos como el agua y el suelo. Esta situación que se hace más evidente en zonas semidesérticas o desérticas, nos obliga a optimizar el manejo del agua y del suelo mediante técnicas de cultivo capaces de conservar y hacer eficientes estos recursos.
Una de las técnicas que proponemos implantar en nuestras zonas de cultivo, plantas de todo tipo y árboles, es el acolchado, el cual ha adquirido una importancia creciente y que consiste en colocar una cubierta sobre la superficie del suelo con el objetivo fundamental de establecer relaciones favorables entre el suelo—agua—planta—atmosfera que permitan el crecimiento óptimo del elemento vegetal.
Si bien es cierto que existen varios materiales y técnicas de acolchado, en esta ocasión pondremos especial atención en el acolchado hecho con materiales y residuos orgánicos. El propósito: minimizar la proliferación de malas hierbas, minimizar la evaporación directa del agua e incrementar la eficiencia de su uso.
El término acolchado del suelo ”mulching” hace referencia a cualquier tipo de cubierta protectora que se extienda sobre el suelo y que constituye una barrera con niveles aceptables de efectividad en cuanto a la transferencia de calor y vapor de agua.
Las ventajas del acolchado del suelo son numerosas y para el caso del acolchado orgánico, se debe considerar que su degradación al paso del tiempo, requerirá el que sea renovado periódicamente. Los elementos que conforman un acolchado orgánico incorporarán en su proceso de degradación, microorganismos que favorecerán la calidad del suelo.
Una ventaja importante son las propiedades de transmisión de agua, la retención y la conservación de niveles de humedad que favorecen a las plantas en general.
Existen muchos productos de origen vegetal que pueden ser utilizados como cubierta orgánica del suelo, entre ellos y por mencionar solo algunos tenemos: hojas y corteza de árboles, restos de madera de poda, paja y cascarilla de distintos cereales y otros residuos vegetales. El uso de unos u otros depende de su disponibilidad y costo.
Si se va a acolchar, algo que se debe considerar es el espesor de la capa de acolchado. Un espesor recomendado va de los 3 a los 5 centímetros, con ello se obtiene un excelente nivel de conservación de la humedad del suelo.
Procure integrar residuos que favorezcan la fertilización, recuerde que es muy conveniente precompostar los residuos orgánicos a fin de evitar la proliferación de insectos y otros organismos poco deseables.
El acolchado mejora significativamente la estructura del suelo y previene su compactación y la formación de costras superficiales impermeables. Asimismo, el suelo acolchado permanece más aireado y con una porosidad mayor que la del suelo desnudo, lo que favorece un buen desarrollo del sistema radicular y un uso eficaz de los nutrientes.
El acolchado del suelo con materias inertes u orgánicas constituye una alternativa a los métodos tradicionales de control de malas hierbas ya que evita el que se produzca la contaminación del medio (suelo o aguas subterráneas) por productos fitosanitario.
El acolchado es una práctica eficaz que reduce la salinidad y conserva la humedad en la zona radicular, principalmente en los primeros centímetros de suelo. Esto como efecto resultante de la disminución de la evaporación del suelo con el acolchado que lleva a una distribución más homogénea de la salinidad en el perfil del suelo.
Cuando se decide utilizar acolchado, las propiedades de transmisión de agua del suelo y un aumento de la retención de agua, da como resultado una mayor disponibilidad de agua para el cultivo y una menor evaporación.
Es momento de utilizar el acolchado como parte de la búsqueda de un futuro sustentable.
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