Desde el pasado mes de julio de 2024, entró en vigor la obligación de que las tapas de plástico fuesen unidas a sus botellas o ‘briks’, algunas personas han encontrado incómodo este sistema. Sin embargo, el objetivo es reducir el impacto en el medioambiente de los plásticos y asegurar que las tapas se reciclen. Y es ahí cuando el ecodiseño entra en acción como herramienta contra el desperdicio.
Como ejemplo de una realidad nunca deseada.
A pocos kilómetros del sur de Coral Gables, en Florida (EE. UU.), la naturaleza salvaje y la vida urbana se encuentran en el Matheson Hammock Park. Allí los visitantes pasean entre manglares y playas paradisíacas, sin perder de vista el ‘skyline’ de Miami en el horizonte. Todo mientras sortean los miles de tapas de plástico que acaban en sus costas. Hace relativamente poco tiempo, en una de las jornadas de limpieza que se llevan a cabo durante tres horas, los voluntarios de la organización 4Ocean recogieron cerca de 3,000 piezas.
Su caso desafortunadamente nunca será único: las tapas de las botellas han sido concebidas como de usar y tirar por ello son uno de los residuos plásticos más habituales del mundo. Son también el quinto objeto más perjudicial para la vida marina solo por detrás de las redes de pesca perdidas o abandonadas, las bolsas de plástico, los globos y las colillas de cigarro, según datos de Seas at risk. Además, debido a sus características, y aunque son relativamente fáciles de reciclar, los consumidores están lejos de participar en la recolección o acopio por lo que se hace sencillo su abandono en la naturaleza. Si se estuviera consciente de que dichas tapas pueden ser recicladas, dejaría de perderse recursos importantes provenientes de un reciclado.
Teniendo esto en cuenta, en 2019 la Unión Europea se marcó el objetivo de que la mayoría de las tapas fuesen unidas a sus botellas o ‘briks’ antes de 2024. La fecha ha llegado y desde el pasado mes de julio las tapas de plástico permanecerán unidas a sus envases.
¿Cuáles son los criterios detrás de esta normativa?
¿Y cuál puede ser su impacto potencial en el medioambiente y en la industria de los plásticos?
En progea estaremos atentos a los resultados de esta nueva forma de tratar a las tapas de plástico,
En julio de 2024 entra en vigor la Directiva Europea 2019/904 SUP (norma EN 17665:2022)
que obliga a utilizar tapas unidas a la botella y que supone un gran avance a
en el cuidado del entorno y los océanos.
Aunque la ley ha entrado ahora en vigor, la industria lleva años preparándose para ella. Existen diferentes soluciones en el mercado, derivadas de diferentes patentes, y cada una de ellas con su inventor. La primera fue registrada en 2019 por la empresa española especializada en tapas de plástico Betapack. Mediante esta solución, la tapa va unida mediante dos pequeñas tiras plásticas a la arandela que permanece alrededor del cuello de la botella.
Los microplásticos son fragmentos de plástico menores de 5 milímetros. Estos, han sido capaz de penetrar en todos los rincones del planeta, incluso en el cuerpo humano. Desde su descubrimiento en 2004, estos contaminantes han mostrado estar presentes en tejidos y órganos.
Reducir la producción y uso de plásticos es crucial para mitigar esta creciente amenaza para el medioambiente.
Otra de las soluciones disponibles fue patentada al año siguiente en EE. UU. por Michael Maguire. En este caso, la arandela y la tapa permanecen unidas, por lo que además de que la tapa se suelte, sus movimientos quedan bloqueados una vez abierto. Por último, en 2022, la empresa alemana Alpla patentó una tercera solución, consistente en una tapa asegurada a la anilla por un único hilo de seguridad.
Cada minuto que pasa se compran más de un millón de botellas de plástico en todo el mundo. Según el programa medioambiental de la ONU (UNEP), la inmensa mayoría son de un solo uso y acaban, con suerte, en una papelera o un contenedor para su reciclaje. Los datos de recogida selectiva y reciclaje varían mucho entre países. En EE. UU. se reciclan menos del 30% de las botellas de plástico, mientras en Noruega, que cuenta con un sistema eficiente de depósito, devolución y retorno, la cifra supera el 90 %. A nivel mundial, la media está alrededor del 27 %, según el Foro Económico Mundial.
“Tenemos dos destinos para las tapas que se tiran. Uno es el medioambiente. Allí las tapas de pequeño tamaño se mezclan con otros elementos del entorno y pueden incluso llegar a ser ingeridos por los animales”, explica José Vicente López, profesor de la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y líder español en Economía Circular por la Advanced Leadership Foundation. Las aves marinas sufren especialmente los daños de ingerir desechos plásticos como las tapas, lo que puede causarles daños por contaminación química o problemas físicos, como bloqueos en su aparato digestivo.
“El segundo destino es la cadena de gestión de residuos. Allí esas tapas suelen perderse en la fase de clasificación de la basura y de los envases. Son rechazadas y acaban en el relleno sanitario”, añade López. “En este caso tenemos, por un lado, el impacto que pueda generar su degradación en el futuro y, por el otro, una pérdida de recursos importante. Estamos hablando de un material relativamente limpio, que suele ser polietileno o polipropileno, que tiene un valor de mercado que oscila entre los 100 y los 500 euros por tonelada, es decir, por cada 500,000 tapas”.
En la Unión Europea, todas las tapas de botellas o ‘briks’ de hasta tres litros tienen que ir unidos al envase desde el pasado 3 de julio. Esta obligatoriedad emana de la Directiva 2019/904 del Parlamento Europeo y del Consejo del 5 de junio de 2019 relativa a la reducción del impacto de determinados productos de plástico en el medioambiente, transpuesta a su vez a la legislación española dentro de la Ley 7/2022 del 8 de abril de residuos y suelos contaminados para una economía circular. El objetivo de la normativa es claro: asegurar que las tapas se reciclen.
“La mejor manera de evitar generar residuos es la prevención. Esto podemos hacerlo cambiando el comportamiento de los consumidores, que es la vía más complicada porque todavía estamos muy acostumbrados al usar y tirar, o podemos aplicar medidas de ecodiseño a nivel industrial. Esta segunda alternativa, es innovar en el envase para evitar el derroche de tapas es el criterio fundamental detrás de las nuevas normativas”, explica el líder español en Economía Circular por la Advanced Leadership Foundation. Esto se ha traducido en que la mayoría de las botellas tienen un tapa que se abre y cierra en bisagra y que evita se quede suelta una vez abierta.
La medida ha causado cierto revuelo entre los consumidores, sobre todo, entre quienes encuentran incómodo beber por el envase mientras la tapa sigue enganchada a la boca de la botella. “Estamos acostumbrados a desenroscar y a tirar y nos resulta más cómodo beber directo del envase sin la tapa ahí pegada. Pero la comodidad es una forma de costumbre y, al cabo del tiempo, nos habituaremos al nuevo sistema. Yo hice una pequeña encuesta entre mis alumnos de la facultad: el año pasado, al 78 % les parecía bien la medida y, al inicio de este curso, el porcentaje era ya del 90 %”, añade José Vicente López.
La producción de plástico a nivel mundial ha crecido de forma exponencial en las últimas décadas. Desde 1950, la industria ha fabricado más 7,000 millones de toneladas de este grupo de materiales, de las cuales la UNEP calcula que se ha reciclado menos de un 10 %. La inmensa mayoría termina incinerada o vertida en cualquier lugar, impactando en el medioambiente. Además, los datos siguen creciendo: más de la mitad de todo el plástico fabricado en la historia de la humanidad se ha producido desde el año 2000 y a mitad de este siglo se podrían producir cerca de 800 millones de toneladas anuales si nada cambia, según la Agencia Europea del Medioambiente.
En el camino para reducir la contaminación por plásticos y el desperdicio de recursos, el ecodiseño es fundamental. Esta filosofía persigue diseñar productos y servicios sostenibles, que minimicen el impacto en el entorno a lo largo de todo el ciclo de vida del producto. En muchos casos, las mejoras son sencillas, como las tapas unidas a las botellas, estas innovaciones suponen importantes avances medioambientales y repercuten también en toda la cadena de valor del producto.
“De las tres erres —3R's—, la de reciclar es la más complicada. Implica destruir un producto para recuperar un material y fabricar otra cosa. Pero si desde el principio diseñamos los productos para que se pueda reutilizar con facilidad, estamos alargándole la vida y generando menos residuos. Además, el ecodiseño persigue que siga utilizándose aún y cuando se acabe la vida útil del producto —que nunca es infinita— y que sea más fácil desensamblarlo y recuperar los materiales que tienen valor”, concluye José Vicente López.